SENCILLEZ

Padre Tomás Rodríguez Carbajo
BAJADO DE:  http://www.mariologia.org/advocacionesmiscelaneas47.htm
SANTA MARÍA DE LA SENCILLEZ

   MADRE DEL BUEN CONSEJO

Hay Muchas Maneras de sobresalir, de distinguirnos de los Otros, A Veces Una de forma estridente, Ruidosa y Por Lo Tanto molesta, Como Aquel Que n os da la Impresión de Orgullo y soberbia, mostrándonos o Dichos Con Hechos Su idea de Superioridad, incluyendo, Por Lo Tanto, deprecio de las Naciones Unidas un Other los.
A veces la manera de ser es tan normal, suave, que su presencia se hace difícilmente notoria, toda su actuación está en orden a su servicio a los demás, de una manera natural, aportando consigo una sencillez que hace su presencia acogedora, agradable.
De las pocas veces que el Evangelio nos habla de María siempre lo hace para presentárnosla en una actitud de servicio: a Dios (“Hágase en mí según tu palabra) y a los hombres (visita de Isabel, bodas de Caná, etc.). La grandeza de María es su sencillez, por eso Dios la eligió para que fuera su madre. Consciente Ella del privilegio con que Dios la había adornado, siguió en la misma línea de humildad, sin pretensiones de llamar la atención. Como “pobre de Yahvé” sabía que todo es pura gracia de Dios, de quien procede todo don.
La vida sencilla de María transcurría en el pequeño pueblo de Nazaret, externamente no cambió para nada después de la Anunciación, sólo la experiencia fuerte de la maternidad divina, pero esto le hizo a Ella ser más humilde al reconocer que no era mérito propio, tuvo como respuesta un mayor servicio a quien le necesitase, pues, el apelativo que se había impuesto de “esclava del Señor” no era sólo palabras bonitas para quedar bien, sino la expresión sincera de quien reconoce la obra que Dios hace en la criatura, exigiendo a ésta que no estorbe a su acción para realizar “obras grandes”.
¿A quién comunicó María su maternidad divina? A nadie, aunque esto le supuso una gran humillación y dura prueba respecto a lo que pudiera pensar su esposo José.
Sí reconoció su maternidad divina su prima Isabel “llena del Espíritu Santo”, así la proclama al hacerse María presente, pues, la sencillez de la visitante ocultaba el gran misterio anunciado desde antiguo. María no niega aquella alabanza, ya que la sencillez no está reñida con la verdad.
Lo importante no es la misión que nos tiene confiada el Señor, sino la realización que hacemos de la misma, es decir, el cómo la hacemos, pues, esto depende de nosotros y la misión depende de la libre voluntad de Dios, y por lo tanto sin mérito personal.
A Dios le agrada la sencillez, pues, siendo de naturaleza divina, no hace alarde de ello, sino que se humilla, haciéndose un hombre como nosotros, excepto en el pecado. Era lógico que escogiera a una madre, simple criatura, y que ésta no se enorgulleciera por la dignidad que le había conferido. Buen maestro tenía María para aprender y practicar la lección de la humildad, sencillez, pobreza, austeridad, etc… todas estas virtudes están emparentadas y mutuamente se reclaman.
María la sencilla mujer de pueblo es a la que Dios le ha confiado la dignidad anhelada por tantas mujeres judías. Ela al verse así privilegiada se pone a “servir” a su prima Isabel.
Cuando en la vida pública de Jesús la encontramos, siempre está en la misma actitud, en Caná aparece pendiente de la marcha del banquete, no está para que le sirvan, sino que Ella es la que sirve. En cierta ocasión nos la ponen como oyente de las predicaciones de su Hijo, pero no aparece en primera fila para buscar las miradas complacientes de las personas, sino que la encontramos entre la muchedumbre, y si una mujer no la hubiera reconocido, hubiera pasado desapercibida para la mayoría de los que rodeaban a Jesús. Ella no exige el primer lugar junto a su Hijo donde mejor le podía ver y oír, sino que cede discreta y sencillamente este derecho a otras personas.
El ejercicio de la sencillez de María lo vio reforzado por el ejemplo que su Hijo le daba, Él había venido no para que le sirvieran, siendo Dios no necesitaba de nosotros, la lección de amor, que tiene vertientes distintas, v.gr. servicio, perdón, comprensión, etc…
Con esta lección de sencillez la podemos invocar:
Santa María de la sencillez.
Santa María de la humildad.
Santa María del servicio.
Santa María de la comprensión.
Santa María del anonimato.
Santa María de la naturalidad.
Santa María sin pretensiones.
Santa María sin renombre social.